Carta de despedida del CUC al Dólar


Por Robert Marquez

Dólar:

Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de  cuando pagué el desríz de la pasa de María Antonia, de cuando me propusieron salir,   de  CADECA  y la tensión de  sus   preparativos.

Un día pasaron preguntando  quién se iba a desamparar  en caso de mi muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que en una revolución se lucra o se muere (con el dinero de la gusanera)

Y Muchos jubilados quedarán sin poder comprar jama a lo largo del camino hacia la victoria.

Hoy todo tiene un tono bastante más dramático porque todo está más duro y la cosa pinta triste. 

Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la revolución cubana en su desastre económico y me despido de ti, de cada negociante, de tu pueblo, que era el mío.

Hago formal renuncia de mi poder adquisitivo, de mi puesto de principal proveedor de suministros, de mi exceso de circulante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper con una devaluación.

Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente liquidez y valor para consolidar el desmadre económico  revolucionario.

Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de CADECA y no haber comprendido con suficiente claridad tus cualidades de padrino, tan necesario.

He vivido días magníficos y sentí emocionado el orgullo de darle de comer a nuestro pueblo en los días espantosos y tristes del período especial. Pocas veces brilló más alto un billete que en esos días, me enorgullezco también de haber conseguido ricas provisiones, la cena  de fin de año, la colcha de trapear, el planchao oportuno, el aseo y el pan de cada día a pesar de los sueldos y  sin reparar en los principios. 

Ya olvidó todo el mundo el concurso de mis modestos esfuerzos y ahora no puedo hacer lo que antes por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.

Sépase que lo hago con una mezcla de tristeza y dolor; aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de emprendedor  y lo más querido entre mis sueños más caros… y dejo un pueblo que me atesoró como su hijo y eso devalúa todo mi espíritu. 

En los nuevos campos de batalla ya no tengo más nada que comprarles, mis tiendas vacías han quebrado el espíritu de mi pueblo y la sensación de  no poder cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el hambre dondequiera que esté;  me derrota  y acentúa  con creces su existencia tan dura .

Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de sus futuras necesidades. Que cuando  llegue la hora definitiva bajo este cielo, mi último pensamiento, será para este pueblo al que especialmente le maté tanto el hambre.

Que te doy las gracias por tus valores  y tu ejemplo y que trataré de poder comprar algo  hasta las últimas horas del día cero. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra roboilución aunque todos los viajes eran para ti.

Que en dondequiera que me incineren sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano y como tal daré perreta. 

Que no dejo a mi hijo, el peso cubano, nada material y no me apena; me alegro que así sea. Que no pido nada para él, pues el Estado le dará lo suficiente para inflarse  y devaluarse como yo.

Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden comprarles todo  lo que yo quisiera, y no vale la pena gastarme en catres y carretillas.

Hasta la divisa siempre. ¡Fula o Muerte!

Te abraza con todo el ánimo lucro revolucionario.

C U C.