Cuando Marrero se está cagando no valen guayabas verdes
Por Yannay
Estrada
Es
bien sabido por todos los cubanos que el Primer ministro, Manuel Marrero Cruz,
es de buen comer, pero también de buen almorzar, y sobre todo, de buen
desayunar, no por gusto le dice "El Marrano de Cuba", "el
cacique Comencubo", y "el Tanque sin fondo".
Según
información del personal que tiene a su servicio, lo primero que hace Marrero
Cruz cada día por la mañana es comerse un desayuno "ligero", compuesto
de un litro de jugo natural, una libra de queso, y dos docenas de galletas,
luego del cual comienza a prepararse para afrontar su jornada de "trabajo",
y cuando ya está listo, entonces es cuando se come su segundo desayuno, el
fuerte, con el que, por la cantidad, pueden desayunar ocho o nueve cubanos
promedio, y antes de salir a la calle, entonces se prepara una merienda, con
dos panes de a libra y mucha carne, la cual devora mientras camina del comedor al
garaje, y una vez en el carro, entonces devora dos libras de camarones secos que
acompaña con dos listos de Coca Cola traída desde los Estados Unidos
especialmente para él.
Sabiendo
esto nos podemos hacer una idea de los apuros que debe pasar El Marrano
de Cuba a la hora que toda
esa comida quiere salir de su cuerpo. Y uno de esos apuros lo pasó este martes
mientras visitaba en la provincia de Artemisa la cooperativa de frutales Batalla
de Mal Tiempo, más precisamente mientras caminaba entre los surcos de campo de
guayabas.
Resulta
que en cuanto puso un pie sobre aquella tierra roja, le dio un deseo
incontenible de comerse medio campo de guayabas, y aunque así lo intentó,
porque de un solo bocado se fue comiendo una tras otra todas las guayabas que
pudo, cuando iba por la 20, sintió el primero retorcijón de tripas, y aunque
creyó que las guayabas, estreñidoras natas, lo iban a ayudar a contener la
diarrea, en el momento que terminó de tragarse la 25, tuvo que salir corriendo
como pudo hacia el fondo del campo, pero por mucho que se apuró no le dio
tiempo, y terminó soltando buena parte dentro de sus pantalones.
Hay
que añadir que la diarrea que le cayó en los pantalones casi los derritió, y los
gases de la que soltó sobre la tierra marchitaron todas las matas de guayabas a
su alrededor y aturdieron a los gorriones que estaban cerca. Cuando regresó a
donde lo esperaban los miembros de su comitiva y los directivos de cooperativa,
todos tenían caretas antigases, y uno de los guardaespaldas lo esperaba con un
pantalón nuevo, y otro con una merienda "fuerte", con la que hubieran
merendado todos los allí presente, y a lo mejor hasta hubiese sobrado un poco.